Elogio de El Johnny, un periodista cubano que abrió caminos

Juan González Febles, director del semanario Primavera Digital (PD). Foto cortesía de PD.

Sumario

  • González Febles era la mejor prueba de que lo serio no es lo contrario de lo divertido.

En marzo del 2003 Fidel Castro, furibundo por el Premio Sajarov concedido a Oswaldo Payá y por las condenas en Miami a cinco de los espías de su Red Avispa, aprovechó que la prensa mundial estaba enfocada en la invasión de Irak para ordenar la detención y enjuiciamiento sumario, al estilo nazi, de 15 opositores a su régimen por cada uno de sus cinco topos.

detención y enjuiciamiento sumario, al estilo nazi, de 15 opositores a su régimen por cada uno de sus cinco topos.

Los arrestos comenzaron el 18 de marzo y para el 6 de abril 75 activistas de derechos humanos y del Proyecto Varela, sindicalistas, bibliotecarios y periodistas independientes ya estaban sentenciados a penas promedio de 20 años de prisión y en camino a las ergástulas más alejadas de sus lugares de residencia. El golpe a la prensa independiente, que había florecido en 1995, y desde entonces narrado la realidad de la Cuba profunda como jamás lo hicieron los medios oficialistas, no fue leve: 26 de los 75, más de la tercera parte, eran comunicadores alternativos.

Guardo todavía discos con las grabaciones que les hacía para el programa “Sin Censores ni Censura” de Radio Martí. Cuando por aquellos días nefastos tomé la última en la voz del pinero Fabio Prieto Llorente pensé que la recuperación de la prensa independiente cubana iba a tomar años. Me dio alguna esperanza la publicación, con sus demás redactores presos, del tercer número de la revista De Cuba, gracias al coraje de la veterana colega de Cuba Press Tania Quintero y de la joven, pero no menos talentosa y valiente periodista del Grupo de Trabajo Decoro Claudia Márquez Linares.

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Sin embargo, coronado por el fusilamiento sumario de tres jóvenes negros que intentaron desviar la lanchita de Regla sin haber derramado sangre, el terror se hizo entonces rey.

Hasta que dos locos brillantes, visionarios y machacados por el régimen decidieron tomar el relevo. Encaramándose en la ola mundial de rechazo a la letal rabieta de Castro, Luis Cino ─por entonces sereno de una vaquería─ y Juan González Febles ─“El Johnny” para muchos rockeros semiclandestinos─ concibieron la idea de lanzar un semanario digital.

Para que no hubiera lugar a dudas le pusieron por nombre Primavera. Con ayuda de embajadas y el apoyo de colegas que no llegaron a hacer la lista de Castro como Víctor Manuel Domínguez, Julio Aleaga Pesant y José Antonio Fornaris, Primavera se hizo realidad.

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Testimonio del periodista independiente Juan González Febles

Sin el semanario de Cino y El Johnny, se habría interrumpido de nuevo la crónica de la Cuba que no salía en los noticieros. Con sus colaboraciones y los relatos de las Damas de Blanco sobre sus familiares presos pude mantener en el aire “Sin Censores ni Censura”en Radio Martí. Y la emisora podía siempre llamarlos para obtener reacciones de dentro sobre las noticias cubanas.

Tengo que confesar que mi favorito en esos casos era El Johnny. Creo que la frase es de Alberto Cortez, pero para mí González Febles era la mejor prueba de que lo serio no es lo contrario de lo divertido. En medio de sus agudos análisis intercalaba aquellos cubanismos que luego nos hacían reír a todos en las dos orillas: a nosotros en la redacción y del otro lado de sus radios rusos de onda corta VEF y Selena, a los cubanos que podían identificarse con uno de ellos que hablaba a calzón quitado y desde allí dentro.

al Johnny allá en el Cielo, haciendo reír al mismísimo Dios...

Era tan divertido El Johnny que cuando una vez en su demencia senil que yo ignoraba se le perdió por días a su esposa y colaboradora Ana Torricella, pensé que era otra broma suya y le escribí a Ana por Facebook que lo amarrara a la pata de la cama. Ahora me llega la noticia de su deceso y lo siento. Lo siento por Ana, por Cino, por mí, por sus compañeros de Primavera y por la prensa independiente cubana, en cuya historia se ganó un sitial. Pero no puedo evitar imaginarme al Johnny allá en el Cielo, haciendo reír al mismísimo Dios y, como él solía decir, “hasta a Malanga y su puesto’e viandas”.